Guía de salud para viajar en avión

La falta de espacio, la inmovilidad, la sequedad del aire y los cambios del reloj biológico en los viajes en avión afectan a los pasajeros en mayor o menor grado. Entonces, ¿cuáles son los factores que pueden alterar nuestra salud durante el vuelo y cómo prevenirlos?


Cambios de presión

La presión en la cabina equivale a alturas de 1.800 a 2.500 metros sobre el nivel del mar. Ello puede provocar dolor de oídos y congestión a quienes sufren un resfrío, en cuyo caso se recomienda tomar un descongestionante media hora antes de despegar. También los niños pueden experimentar dichas molestias, pues sus vías respiratorias son más pequeñas que las de los adultos. Para aliviar el problema es conveniente chupar caramelos o masticar chicle, especialmente en el despegue y el aterrizaje, cuando la presión cambia abruptamente.

Se aconseja que las guaguas usen chupete o tomen jugo o leche en mamadera. Cuando la presión disminuye también se genera hinchazón. Antes y durante el vuelo, por lo tanto, hay que evitar las comidas que estimulen la producción de gases, como las cebollas, el brócoli o el repollo.

Aunque las condiciones de presión no tienen mayores repercusiones en personas sanas, sí deben consultar antes del viaje aquellas con enfermedad pulmonar crónica, sinusitis o anemia, pues quienes sufren esta última enfermedad tienen problemas para transportar el oxígeno, efecto que aumenta en alturas mayores.

"También deben evitarse los vuelos en el postoperatorio, ya que la disminución de la presión causa una expansión del aire, incluido aquél que puede haber quedado fuera de los pulmones (por ejemplo, en el caso de cirugías torácicas) o que eventualmente tensione vísceras huecas suturadas (como en las cirugías estomacales o intestinales). Dicha expansión puede hacer que se rompan los tejidos, de la misma manera que un globo se revienta, con consecuencias gravísimas para la salud. También es un riesgo el aire o el gas que pueda haber quedado fuera de las vísceras después de cirugía laparoscópica", explica el doctor Guillermo Acuña, infectólogo y médico del Centro de Medicina del Viajero de CLC.

Ventilación

En los aviones modernos el aire se recicla cada 3 ó 4 minutos. Ello aumenta 5 veces el anhídrido carbónico con respecto al que hay en los espacios abiertos. Tal condición puede causar mareos y cefaleas, que pueden aliviarse con un analgésico simple como el paracetamol.

Por otro lado, la ventilación constante hace difícil que en una nave aérea se transmitan enfermedades infecciosas como tuberculosis, varicela o influenza. Sin embargo, los pasajeros sí pueden contagiarse en las salas de espera, por lo que se recomienda no viajar si uno tiene una infección.

Sequedad del aire

La atmósfera en los aviones es especialmente seca, sobre todo en Business y Primera Clase, pues allí hay menos producción de vapor de agua por la respiración, dada la menor concentración de pasajeros. La sequedad del aire genera sed y molestias en la garganta, y en las personas propensas a formar cálculos puede llevar a una deshidratación que cause cólicos renales. Todo ello puede evitarse bebiendo líquido suficiente como para producir una orina clara y transparente cada dos o tres horas, aunque no es conveniente tomar café o alcohol, que aumentan la cantidad de orina.

La falta de humedad tiende a secar la piel y los labios, por lo que es conveniente lubricarlos con crema hidratante. En viajes de más de cuatro horas se pueden secar también los ojos, por lo cual resulta preferible usar lentes ópticos y no de contacto.

Jetlag y cambio de horario

La modificación del horario puede generar somnolencia diurna e irritabilidad. Por ello, es fundamental adaptarse lo antes posible, durante el vuelo, al horario del lugar de destino. Si uno va a aterrizar en la mañana, es aconsejable dormir en el avión. Y si uno va a llegar de noche, lo ideal es permanecer despierto durante el viaje. En caso de que la persona tenga dificultades para conciliar el sueño, el médico puede indicar hipnóticos rápidos y de corta acción que no estorben el quehacer después del aterrizaje.

Síndrome de la clase turista

El "síndrome de la clase turista", o trombosis venosa profunda, consiste en un coágulo o trombo que se forma cuando la sangre se estanca en las venas de las piernas debido a la inmovilidad prolongada y a la sequedad en la atmósfera del avión, que torna más viscosa la sangre. Un trombo puede causar síntomas como dolor y tumefacción en la parte afectada, que se pueden tratar con medicamentos. El problema se suscita cuando el coágulo se traslada hacia el pulmón, lo que se conoce como "tromboembolia pulmonar" y que, eventualmente, puede provocar la muerte.

Aunque causa inquietud e interrogantes, el peligro de sufrir tromboembolia venosa no es alta. Si bien la probabilidad aumenta aproximadamente al doble tras un viaje de cuatro o más horas de duración, se trata de un problema poco frecuente de una en 6 mil personas, según un reciente estudio de la Organización Mundial de la Salud.

Para prevenir la trombosis se recomienda usar ropa suelta que no comprima la zona inguinal y levantarse a caminar durante 5 minutos por cada hora de vuelo. Si no se puede caminar, se pueden realizar ejercicios en el asiento, contrayendo y soltando las piernas, también por 5 minutos por cada hora de viaje. Si uno tiene condiciones que predisponen a la trombosis como obesidad, cáncer, várices, embarazo, tabaquismo o ingesta de anticonceptivos orales, se puede recurrir, además, a un medicamento anticoagulante denominado heparina subcutánea de bajo peso molecular, que debe ser recetado por un especialista. "Además, se pueden usar medias elásticas terapéuticas, que se venden en tiendas especializadas, y sentarse cerca del pasillo para desplazarse con mayor libertad", dice el doctor Acuña. "No sirve tomar aspirina, pues ésta no disminuye el riesgo de trombosis en las venas, sino en las arterias, lo que no tiene relación con los viajes en avión", agrega.

Leer articulo completo