Negociar lo negociable

¿Cómo lograr ese permiso que tanto te importa? ¿Cómo hacer entender a tus padres lo que quieres? La respuesta es: negociando. Con respeto e inteligencia aprende qué es posible conseguir a tu edad y por qué.


Los tiempos han cambiado… Estamos seguros que esa frase la has oído más de una vez de boca de tus padres y, con mayor razón, por parte de tus abuelos. Y es que es una realidad. Hoy, tú eres muy distinto a lo que eran ellos en su juventud. Tienes posibilidad de manifestar tu opinión frente a diversos temas, manejas más información, te atreves y puedes hablar de cualquier cosa, sabes qué quieres y cómo lo quieres. A ti, joven actual, se te considera una persona con voz y con derechos; formas parte de una comunidad y ya no eres invisible para la sociedad. Todo esto, tú lo sabes bien.

Y aquí comienza el conflicto. Justo en el quién eres y en el qué quieres. ¿Te gusta el look hip hop? ¿Amas la música fuerte? ¿Eres creyente pero no quieres confirmarte? ¿Perteneces a un movimiento religioso diferente al de tu familia? ¿Quieres ser parte de un partido político? ¿Vas a las protestas estudiantiles a pesar de que tu núcleo familiar las rechaza?

Esas son algunas de las diferencias. Ahí está tu juventud. A los padres les cuesta aceptar estas desigualdades con sus hijos o la disidencia y, por eso, vienen los conflictos. Pero cuando tú piensas en un conflicto, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza? Muchas veces los pensamos como una experiencia poco agradable o negativa. Sin embargo, no tiene por qué ser así. Los conflictos son procesos naturales en la convivencia entre las personas, y dan cuenta de nuestras diferencias y nuestra diversidad. Esa diferencia o diversidad es positiva al igual que los conflictos.

Los expertos dicen que el conflicto es una situación en la que la satisfacción de nuestros intereses o necesidades interfiere en los intereses y necesidades de otros, y viceversa. Entonces el conflicto en sí no es positivo o negativo. La resolución del conflicto es la que puede ser constructiva, cuando intentamos buscar juntos una salida, o puede ser destructiva, cuando nos confrontamos y luchamos para ver quién gana o se impone. Para lograr una solución constructiva de un conflicto hay una clave: negociar.

¿De qué se trata?

Negociar es intentar encontrar un punto de encuentro entre los intereses propios y los de los demás, tratando de lograr, al mismo tiempo, alcanzar tus objetivos y a la vez mantener una relación positiva. Esto es posible de lograr si puedes combinar una actitud de defender tus intereses con un espíritu de cooperación, para que ambas partes logren lo esencial de sus intereses.

De acuerdo a los especialistas, lo habitual en las familias no es negociar. Lo que más bien se acostumbra entre padres e hijos es ceder, intentar forzar o imponerse, lo cual no es una verdadera resolución de los conflictos; los miembros de la familia quedan insatisfechos, frustrados o enrabiados, aunque temporalmente una situación se haya superado. “Pero cuando dentro de una familia se decide negociar frente a temas conflictivos o permisos, lo que se genera es un respeto a las necesidades o intereses de cada uno de los integrantes y también una interacción empática entre padres e hijos. Esta actitud se relaciona con interés incondicional y presencia emocional en la relación entre padres e hijos, factor que da profundidad al vínculo. Esta forma de resolver problemas implica un respeto a la individualidad de cada integrante y también da la posibilidad de establecer normas claras y definidas produciéndose un orden anticipado en el grupo familiar. Es decir, cada uno sabe claramente las reglas y las consecuencias de no respetarlas.

¿Qué quiere decir esto último? Que, por ejemplo, tus padres pueden plantearte que si tienes buen promedio, te dejarán ir de vacaciones con tus amigos. O que si eres capaz de hacer tu cama cada mañana, los fines de semana podrás salir hasta más tarde. En definitiva, el que en tu familia se negocie favorece tu autonomía y también ayuda a que tus padres acepten quién eres y qué quieres. Y esto, no hay duda, lleva a un mejor desarrollo familiar.

Algunas claves

Es clave que sepas que dentro de lo que puedes querer pedir o exigir, existen tres situaciones en las decisiones familiares: lo intransable, lo negociable y aquello en lo que se tiene libertad o derecho individual.

Dentro de LO INTRANSABLE se encuentran los valores que se te han inculcado y en los que cree tu familia. Un ejemplo: no robar. Eso no se transa ni se negocia. Y tampoco se transa mentir, que seas grosero, que consumas alcohol en exceso, que seas violento o mal intencionado, en fin, todos los valores de tu familia.

LO NEGOCIABLE depende de cada familia y en tu núcleo probablemente será diferente a lo que se negociará en la familia de tus amigos. Aquí van los ejemplos: que quieras ponerte un tatuaje; que quieras levantarte tarde los fines de semana; que no quieras ir a misa o, como se ha visto en el último tiempo, que quieras ser parte de una protesta.

En cuanto a LOS DERECHOS LIBRES, estos se refieren, por ejemplo, a poder elegir qué polera te pones cada mañana, cuál es tu equipo de fútbol favorito, decidir si quieres usar una chaqueta café o azul, la hora en que haces tus tareas, si estudias solo o con amigos o si te gusta cerrar la puerta de tu pieza para estar tranquilo.

Con esas tres variables bien definidas entre tú y tus padres, ya tendrás alguna idea de cuándo y frente a qué casos, el negociar entre padres e hijos se hace viable.

Padres a la antigua

Si seguimos con la idea de que estos son otros tiempos, podrás darte cuenta de por qué tus padres muchas veces –frente a una variable negociable– usan, según los especialistas, estrategias poco apropiadas para hacer valer su decisión. Sucede que algunos padres, atendiendo a cómo los criaron, creen que pueden resolver los problemas forzando la situación e imponiendo su autoridad. Otros, muchas veces los que trabajan mucho, ceden a las presiones o reclamos de los hijos para complacerlos o para no pelear y, por último, hay algunos que se molestan frente a la oposición o demandas de los hijos, retirándose del conflicto con un ‘arréglatelas tú solo’.

Forzar a los hijos, lo más probable es que traiga más conflicto y genere un gran resentimiento; cuando ceden los padres, aparentemente tú ganas porque ellos te complacen, pero te dejan sin la protección y seguridad que dan una serie de límites y normas necesarias para tu propio aprendizaje social. Por último, al retirarse te dejan abandonado, sin su punto de vista y sin su contención. Sin embargo, forzar, ceder y retirarse pueden ser estrategias útiles en algunas situaciones, dependiendo cómo se use. Por ejemplo: tus padres tienen que forzarte a ir a la urgencia de la clínica si estás con pulmonía, o es bueno que cedan en que no hagas tu cama si acabas de terminar con tu polola. Y puede ser útil que se retiren cuando se inicia entre ustedes una discusión, para conversar después de reflexionar un poco a solas.

Frente a un conflicto, toma tú la iniciativa de negociar, teniendo claro que los problemas son necesarios para un buen desarrollo de tu personalidad, para tu madurez. Los conflictos son parte de lo que es una familia y, definitivamente, son una oportunidad para crecer.

Tips para padres

  • Tengan clara la diferencia entre las cosas intransables (valores), las que son negociables (vacaciones con amigos), y lo que el joven tiene por derecho libre (elegir el color de polera que quiere ponerse).
  • Dediquen tiempo a la cultura de la negociación. “Pensarse como una familia negociadora”. Para eso pueden mediar en los conflictos de los hijos y no criticarlos por tener conflictos.
  • Tengan claro que negociar no significa debilidad, y que escuchar a los hijos sin imponer inmediatamente la autoridad es una señal de apertura que facilita la resolución de los problemas; no significa que se va a conceder lo que los hijos demandan o pretenden.
  • Procesen positivamente el conflicto. Piensen en cómo se pueden aprovechar estas diferencias para incrementar la cooperación y el apoyo mutuo entre ustedes y sus hijos.
  • Ustedes también deben decir qué quieren, qué sienten y cuáles son sus razones.
  • Aclaren cómo y qué entienden de la posición de sus hijos, desde la perspectiva de ellos.
  • Eviten llegar a la confrontación de posiciones. Intenten crear un contexto de cooperación en vez de luchar por imponer su posición o ceder para salir de la situación conflictiva.
  • Busquen intereses comunes y entren a negociar para dar solución al conflicto de manera que ustedes sientan que cumplen con su deber de padres y sus hijos pueden progresar en el desarrollo de su propio “yo”.
  • Traten de crear la solución junto a sus hijos y pónganla en práctica.

Tips para jóvenes

  • Debes saber que en tu naturaleza, como joven, ves los problemas más ‘grandes’ de lo que son. Mantén la calma.
  • Debes decir claramente a tus padres qué es lo que quieres. Sin rodeos.
  • Contarles qué es lo que sientes frente al problema.
  • Tener definidas las razones para lo que estás demandando.
  • Aclarar cómo y qué entiendes de la perspectiva propuesta por tus padres.
  • Buscar intereses comunes y entrar a negociar con ellos para dar solución al conflicto.
  • Crear la solución junto a tus padres y ponerla en práctica.
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