Pese a que generalmente se trata de un trastorno benigno, que desaparece alrededor de los seis meses de edad, es un tema que produce gran angustia y frustración en los padres.
Se trata de uno de los trastornos más frecuentes en la población pediátrica y constituye la primera causa de consulta para los especialistas en gastroenterología infantil. El reflujo defi nido como el paso involuntario del contenido gástrico al esófago, debido a la inmadurez de ciertos mecanismos es un tema que suele preocupar enormemente a los padres. Porque más allá de lo molesto que resulta en términos prácticos (son guaguas que deben tener un arsenal de baberos, piluchos, tutos y demases), el hecho de que expulsen el alimento genera en ellos una gran angustia y frustración.
De acuerdo a lo que sostiene la doctora Mónica González, gastroenteróloga infantil de CLC, el refl ujo en los lactantes se manifi esta con un aumento de regurgitaciones (eliminación del contenido gástrico sin fuerza abdominal) y vómitos (eliminación de los contenidos con fuerza), que alcanza su peak entre el primer y cuarto mes de vida, para ir desapareciendo a partir de los seis meses de edad.
“Se trata de niños que están y se ven sanos, con un adecuado incremento de peso y estatura, por lo que no requieren exámenes especiales. Lo habitual es recomendar a los padres medidas posturales y dietéticas, controles periódicos y, sobre todo, que no se angustien sino que comprendan que se trata de un fenómeno frecuente durante el primer año de vida, que en la mayor parte de los casos remite en forma espontánea”, agrega la profesional.
Fuera de lo habitual
Distinto a lo anterior es lo que ocurre con el refl ujo gastroesofágico patológico, que es capaz de producir esofagitis (irritación de la mucosa del esófago) y/o reacciones adversas en otros sistemas. “En los lactantes esto es poco frecuente y se presenta con complicaciones como mal incremento de peso y estatura, marcada irritabilidad, crisis de llanto frecuentes, rechazo a la alimentación, dolor de garganta, arqueamiento de la espalda durante la alimentación y anemia. También pueden presentar patologías y síntomas respiratorios como, cuadros bronquiales obstructivos a repetición, apnea o pausas obstructivas, tos crónica y congestión o disfonía matinal”, explica la doctora González.
Entre los exámenes que ayudan a confi rmar el diagnóstico está el estudio del pH esofágico, que consiste en introducir una sonda para medir la acidez del contenido que llega al esófago. De esta forma se puede verifi car si el reflujo es más frecuente en la noche que en el día y qué relación hay con los síntomas. También se puede realizar una endoscopía digestiva alta, que permite una visión directa de la mucosa. En todo caso, siempre es importante descartar que la causa de los vómitos no sea una alergia a la proteína de la leche, que puede darse en niños alimentados con fórmula.
¿Qué hacer?
Durante el día realice actividades junto a su bebé:
Alimentación: es preferible que la madre amamante sentada, con el niño erguido y dándole volúmenes pequeños.
Hora de dormir: para evitar el reflujo y sus consecuencias, es conveniente que el niño duerma con la cabecera levantada (se pueden elevar las patas o el colchón de la cuna con la ayuda de algunos libros o la guía telefónica).
Medicamentos: en los casos donde pese a las medidas anteriores no se consigan buenos resultados, el especialista puede indicar medicamentos que ayuden a que el esfínter gastroesofágico se contraiga mejor. Si a pesar de todo no mejora, existen fármacos bloqueadores de las secreciones ácidas del estómago, que previenen la irritación del esófago.
Cirugía: ante el fracaso del tratamiento y la persistencia de síntomas severos, la cirugía puede estar indicada.
Hoy se realiza por vía laparoscópica.
Con la colaboración del Departamento de Pediatría de CLC Monica Gonzalez