Aún tengo el recuerdo vivo del día que ingresé a CLC, en marzo de 1999 con el orgullo de haber sido invitado a formar parte de la mejor clínica del país, rodeado de los mejores profesionales en cada área. Sin embargo, nunca imaginé que esta institución marcaría mi vida no solo profesional, sino también la personal y la de mi familia, como pacientes de esta institución.
Mis dos padres fueron intervenidos en esta clínica con muy buenos resultados. Posteriormente, Ignacio -mi hijo del medio- hizo una pericarditis con un derrame pericárdico que lo mantuvo hospitalizado, saliendo completamente recuperado. Tiempo después, recibimos la dura noticia que mi señora tenía un sarcoma de útero, el cual fue exitosamente tratado en esta clínica. El año 2009 nace mi hijo menor, Benjamín, también en Clínica Las Condes.
Sin duda alguna, el 2019 marca un punto de inflexión en mi vida, ya que producto de una
endocarditis infecciosa sufrí un prolongado paro cardíaco, que habría terminado con mi vida de no haber estado acá. Me tuve que someter a una
cirugía cardíaca con doble recambio valvular y una nueva muerte súbita me obligó conectarme a
ECMO, logrando recuperarme sin secuelas.
Habiendo ya transcurrido tres años de ese episodio solo doy gracias a Dios y todos quienes me han tratado como paciente y que me ha permitido disfrutar la vida, mi familia y amigos.
Producto de una vida deportiva intensa recientemente he sido sometido a una cirugía de prótesis de cadera de la cual ya me recupero exitosamente.
Sin duda alguna, estos 23 años profesionalmente han sido los mejores de mi vida y a través de estas palabras quisiera destacar dos factores muy relevantes: