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Toma frontal de sede Estoril de CLC

“Le salvaron la vida a nuestra hija”

05 de junio, 2019 Tratamiento y Recuperación
Un grave problema en una arteria tuvo a Valentina Sanson al borde de la muerte producto de una hemorragia cerebral y un paro cardiorrespiratorio.

En octubre pasado la pequeña Valentina Sanson (7) llegó al Servicio de Urgencia de Estoril de Clínica Las Condes en estado crítico. Venía directo del Centro Médico Chicureo, desde donde había sido derivada luego de sufrir un paro cardiorrespiratorio y un derrame cerebral durante un almuerzo familiar.

¿La causa? Una fístula arteriovenosa que había sido diagnosticada un par de años antes, pero que nunca había producido síntomas tan graves como hasta ese momento.

“En 2016, luego de un golpe en la cabeza que sufrió en el colegio, Valentina fue diagnosticada con una fístula arteriovenosa al nivel de la médula espinal que le producía dolores de cabeza y que era bastante grave, pero que, en teoría, y según lo que nos decían los doctores en ese momento, era inoperable”, cuenta Andrea Abarzúa, su mamá.

Afortunadamente, durante los dos años siguientes el cuadro se mantuvo sin presentar síntomas. Pero esa tarde de octubre de 2018 todo cambió. “Estábamos en una reunión familiar y la Valentina tuvo un desvanecimiento fulminante, ni siquiera nos alcanzó a decir que le dolía la cabeza. Comenzó con vómitos y perdió el conocimiento. No respiraba. Estuvo varios segundos sin signos vitales hasta que el papá la reanimó y partimos de inmediato al Servicio de Urgencia de Chicureo. Estaba muy mal”, recuerda Andrea.

“Ahí le diagnosticaron una hemorragia cerebral grande y decidieron que era necesario trasladarla de inmediato a Estoril. Cualquier movimiento brusco podía ocasionarle la muerte o daño motor, porque su malformación estaba alojada justo en una zona que controlaba las cuatro extremidades.

Cuando la ingresaron a Estoril la recibió el doctor Enrique Concha, neurocirujano, quién logró estabilizarla y ponerle los drenajes para controlar la hemorragia.

Fueron momentos muy difíciles. No sabíamos a qué atenernos, porque hasta ese minuto siempre nos habían dicho que la enfermedad de Valentina no tenía cura, por lo que en ese momento su vida estaba en peligro. No teníamos mucha esperanza.

Afortunadamente lograron estabilizarla y empezó a reaccionar bien. Ahí fue cuando el doctor Concha nos empezó a hablar de la posibilidad de una cirugía”, cuenta.

Sin embargo, a los pocos días, y estando aún en la clínica, Valentina tuvo otra hemorragia y, si bien nuevamente fue estabilizada y logró salir adelante sin secuelas, la opción de una operación empezó a tomar más fuerza.

“El doctor fue siempre muy sincero con nosotros. Nos dijo los pro y los contra y los distintos escenarios posibles. Él se la jugó e ideó un plan en conjunto con la clínica para salvarle la vida a nuestra hija. Fue el único médico en todo este tiempo que tuvo el coraje para hacerlo y sacar adelante una cirugía que era casi imposible. Saber que al menos teníamos la posibilidad de un médico especialista que quisiera jugárselas por nuestra hija, fue súper esperanzador.
 

Apoyo incondicional



Cuando llegó el día de la operación y salió todo bien, sentimos una emoción inmensa y una satisfacción increíble, sobre todo porque habíamos confiado en el doctor Concha y en la clínica, y se habían cumplido todos los objetivos.

“Ahora la Valentina está súper bien y su recuperación ha sido al 100%. No tiene ninguna secuela física ni neurológica, va al colegio como todas sus compañeras, y solo quedó por un tiempo con una válvula incorporada por la hidrocefalia, que era una posible secuela debido a la magnitud y la gravedad de lo que tuvo.

Los niños son mágicos, pero además la Valentina recibió la fuerza y la energía que le entregó el cuerpo médico, las enfermeras, los kinesiólogos, todos. La doctora May Chomali también nos entregó todo el apoyo y seguridad en un momento que era muy complejo. La clínica se la jugó y nuestra hija no era un número, sino un niño, una vida, y la salvaron”.
 

Cirugía de alta complejidad



El doctor Enrique Concha cuenta que cuando Valentina llegó al Servicio de Urgencia venía en un estado muy grave. “Cuando la recibieron en Chicureo, Valentina fue reanimada y le practicaron un escáner que confirmó que había sufrido una hemorragia masiva a causa de esta fístula arteriovenosa. Desde ahí fue traída en forma muy rápida y oportuna a Estoril, donde fue estabilizada y le pusimos un catéter para tratar la hidrocefalia aguda producida por la hemorragia. Se veía muy mal, pero, para mi sorpresa, empezó a reaccionar rápidamente y a los pocos días estaba hablando y moviendo sus manos, sus pies y sus ojos, sin mostrar ninguna secuela.

A los 15 días se le sacó el drenaje y le practicamos una angiografía, la que corroboró que presentaba una fístula arteriovenosa. Esto significa que hay una transmisión directa de la presión sanguínea arterial a la venosa, por lo que las venas se dilatan, produciendo unos sacos – aneurismas venosos – que se revientan y causan una hemorragia. Valentina tenía tres de estos aneurismas”, cuenta el especialista.

La situación era dramática y de extrema gravedad, sin embargo, el doctor Concha estaba convencido de correr el riesgo y analizar la posibilidad de una cirugía, ya que la vida de Valentina estaba en peligro.

Sin embargo, la noche en la víspera de fijar fecha para pabellón, a Valentina le vino un nuevo paro cardiorrespiratorio y una hemorragia, por lo que había que partir de cero.
 

“Le pusimos de nuevo un drenaje y, afortunadamente, a los pocos días volvió a estar bien. Fue como una verdadera epopeya, pero se logró recuperar y tuvimos la oportunidad de operar”, cuenta.


Pero la cirugía era extremadamente compleja. “El problema técnico era que esta fístula estaba por delante de la médula espinal, entre la primera y la segunda vértebra, lo que hacía muy difícil llegar hasta la arteria que había que tratar, que es la que entra al cráneo y después desciende e irriga la médula. Si esta arteria se rompe, el paciente se queda sin médula, sin respiración y sin poder mover brazos ni piernas. Para realizar una cirugía en esta zona normalmente se entra por atrás de la médula, algo que en este caso era imposible.

Lo que hicimos fue sacar la vértebra C2, pero previamente pusimos tornillos por atrás para unirla a la vértebra C1. De esta manera, mecánicamente la parte de delante de la vértebra ya no era necesaria. Luego abrimos la meninge, entramos y logramos coagular esta arteria anormal que desembocaba directamente en la vena”.

La cirugía fue exitosa y Valentina se recuperó sin secuelas motoras ni neurológicas. “El riesgo era muy grande. En 30 años como neurocirujano he visto muchos casos, pero este era realmente extremo”, asegura el doctor Concha.

 
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