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Síntomas

Si bien, la leucemia es muy difícil de diagnosticar precozmente, hay otros tipos de cáncer, como los tumores óseos o de retina, que pueden ser detectados en forma temprana. Y son, tanto los padres como el pediatra en un control de rutina, quienes pueden descubrir ciertos signos sospechosos.

Los especialistas de Clínica Las Condes explican que no se trata de alarmarse ante cualquier malestar, sobre todo considerando la baja incidencia del cáncer en los niños. Además, muchos de los síntomas son similares y se confunden con enfermedades pediátricas habituales.

La idea es que los padres conozcan los signos de alerta para que puedan hacer las consultas a tiempo, pues mientras más localizado esté el tumor, mucho mejor será el pronóstico. En todo caso, cualquier síntoma que persista sin una explicación clara, debiera ser chequeado por el médico de cabecera.

Ojo con:
 

  • Un niño pálido: Pálido, decaído, inapetente, con cuadros infecciosos que se prolongan a pesar del tratamiento adecuado, o con fiebre por más de tres o cuatro días sin una razón que la explique.
  • Moretones: Un niño que presente moretones sin causa aparente con traumatismos mínimos, que sangre repetida y profusamente por ambas fosas nasales o al lavarse los dientes. Todos los aspectos anteriores pueden ser síntomas indicativos de una leucemia, debido a que ésta compromete la producción de glóbulos rojos causando anemia; de glóbulos blancos predisponiendo a infecciones, y de plaquetas, determinando sangramiento. Es conveniente consultar al pediatra, quien evaluará si es necesario hacer exámenes, o si los síntomas corresponden a otra afección, por ejemplo, una gripe.
  • Ganglios inflamados: Los ganglios en el cuello, axilas e ingle son frecuentemente palpables en la infancia, y se consideran aumentados de tamaño cuando miden más de 1 centímetro. La mayoría de las veces es una reacción benigna a una infección local, como amigdalitis con inflamación de ganglios del cuello, o viral, como la mononucleosis. Si los ganglios superan los dos centímetros, son duros, indoloros, poco móviles, tienden a crecer o no disminuyen con el tiempo o tratamiento antiinflamatorio, deben ser evaluados por el pediatra quien determinará el estudio necesario para descartar un linfoma (cáncer de ganglios) o una leucemia.
  • Dolores de cabeza: Generalmente corresponden a una jaqueca, aunque a veces pueden deberse a problemas en la vista, sinusitis o, incluso, estrés. Pero si el dolor se hace cada vez más intenso y frecuente, se acompaña de vómitos explosivos o el niño despierta con él por la mañana, hay que consultar. Es importante estudiarlo porque estos síntomas pueden presentarse en caso de tumores del sistema nervioso central.
  • Brillo extraño en uno de los ojos: Justo donde está la pupila, que puede verse, además, más blanco en esa zona. Este es el síntoma más importante en el diagnóstico del retinoblastoma, cáncer de la retina que afecta fundamentalmente a lactantes pequeños, menores de un año. También pueden presentar desviación de un ojo (estrabismo). En estos casos se debe consultar al oftalmólogo, ya que si este tumor se diagnostica a tiempo, tiene 95% de posibilidades de mejora, y en algunos casos se puede conservar la visión del ojo afectado.
  • Dolores óseos: Es bastante frecuente que los niños tengan dolores óseos durante el crecimiento. Estos son generalmente intensos, nocturnos y en ambas piernas. Si el dolor se localiza, especialmente alrededor de la rodilla (frecuente en osteosarcoma), aumenta en intensidad, se acompaña de inflamación o hace cojear, debe ser evaluado.
  • Dolor abdominal: Especialmente entre los escolares, es un síntoma muy frecuente e inespecífico, y rara vez es el síntoma más destacado en un tumor abdominal. Los tumores generalmente se presentan con una molestia bastante vaga, alteraciones en hábitos para orinar o defecar, o vómitos recurrentes. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, el diagnóstico se hace por palpación de una masa. Un porcentaje muy importante de los tumores abdominales se presenta en menores de 5 años, por lo que el control pediátrico periódico es fundamental en el diagnóstico.