Hígado graso, avisa cuando es tarde

Se estima que cerca del 20% de la población adulta tiene esa condición que hace que el hígado se inflame, pero pocos saben que la padecen, porque se trata de una enfermedad silenciosa que demora varios años en evidenciar algún síntoma.


El hígado graso se provoca por consumo de alimentos grasos, azúcares, carbohidratos, alcohol, entre otros

Las dietas ricas en grasa, azúcares, carbohidratos, el alcohol y el avance de la edad pueden provocar alteraciones en el hígado y hacer que éste comience a acumular grasa entre sus células y se inflame. Esto es lo que se conoce como hígado graso no alcohólico.

El doctor Guillermo Silva, gastroenterólogo y hepatólogo de Clínica Las Condes, explica que “el hígado graso es la acumulación excesiva de grasa en forma de triglicéridos en más del 5% de las células hepáticas (hepatocitos), en ausencia de inflamación o fibrosis (cicatrices)”.

Obesidad, resistencia a la insulina e hígado graso están relacionados, advierte el doctor Silva: “La resistencia a la insulina deriva de fenómenos inflamatorios que ocurren en el tejido graso visceral, de ahí también su relación con la obesidad. Esto desencadena fenómenos inflamatorios que circulan a través de la sangre y tienen como órgano blanco el hígado”, dice el hepatólogo.

Además, la resistencia a la insulina está acompañada de la liberación de ácidos grasos libres, los que son captados por las células hepáticas provocando en él lipotoxicidad. “Esto hace que de simple grasa en el hígado pasemos a una etapa evolutiva de la enfermedad: esteatohepatitis. Con los años, un porcentaje puede desarrollar cirrosis y cáncer hepático”.

Se estima que en Chile cerca del 20% de la población adulta tiene esta condición, pero pocos saben que la padecen, porque se trata de una enfermedad silenciosa que demora en evidenciar algún síntoma. “Por años, los síntomas son generales, como los derivados de la resistencia a la insulina, sobrepeso, trastornos en los lípidos corporales o diabetes mellitus. Pero el hígado suele no dar síntomas sino hasta estados avanzados de la enfermedad; por ello, una vez detectado el hígado graso debe ser seguido por el hepatólogo”, señala.

Diagnóstico

Una forma de diagnosticarlo es mediante pruebas hepáticas: exámenes de laboratorio que miden los niveles de bilirrubina y transaminasa en sangre, dos enzimas que si están elevadas indican que el hígado no está funcionando bien. También se realiza una ecotomografía abdominal para comprobar la presencia de grasa. “Se debe descartar siempre la coexistencia de otras enfermedades hepáticas o virales (virus B y C), inmunitarias, por depósitos de fierro, consumo excesivo de alcohol, etc., las cuales también provocan alteración de estas enzimas”, explica el doctor Silva.

Además, destaca que la intensidad de las alteraciones del laboratorio no tiene necesariamente relación con la gravedad de lo que ocurre en el hígado. Ante este panorama, se trabaja en marcadores no invasivos que permitan confirmar la enfermedad y su severidad. “Nuestro grupo trabaja exhaustivamente en esto y disponemos de técnicas complementarias, además de estandarizar en nuestra realidad los avances en centros internacionales”, agrega el especialista. Sólo en aquellos casos en los que no está la plena seguridad de la enfermedad se realiza una biopsia.

De la inflamación por acumulación de grasa puede desarrollarse fibrosis, cirrosis y hasta cáncer de hígado. En algunos casos, la situación de salud se complica a tal punto que la única posibilidad de tratamiento es el trasplante hepático. Cuando un hígado está dañado, aumentan también otros riesgos, como el de infarto al corazón, trombosis cerebral o enfermedades cardiovasculares.

Tratamiento

Después que se diagnostica el hígado graso se deben realizar cambios en el estilo de vida del paciente que le permitan recuperar la función de este órgano.

“Lo fundamental es modificar hábitos de vida. Alimentación sana y actividad física regular; restringir hidratos de carbono en caso de resistencia a la insulina, como también el uso de algunos de fármacos específicos. Los antioxidantes han demostrado ser útiles en caso de que la enfermedad, además de la presencia de grasa, progrese a un hígado inflamado”.