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Centro del Cáncer

Carmen Luisa Valenzuela

Sin darse nunca por vencida, su historia es la de una intensa lucha contra esta enfermedad. Hoy, y todavía en tratamiento, agradece el apoyo recibido en clc: “el paciente oncológico es distinto a cualquier otro, pues se generan lazos muy fuertes con todo el equipo médico. Me siento verdaderamente como en mi casa”.

Sin darse nunca por vencida, su historia es la de una intensa lucha contra esta enfermedad. Hoy, y todavía en tratamiento, agradece el apoyo recibido en clc: “el paciente oncológico es distinto a cualquier otro, pues se generan lazos muy fuertes con todo el equipo médico. Me siento verdaderamente como en mi casa”.

 

“Mi vida cambió de un minuto para otro. En abril de 2003 comenzó mi lucha contra el cáncer. En ese entonces era una mujer de mucha actividad, esposa y madre de tres hijos, que debía lidiar cada día con los deberes y responsabilidades de la casa y el trabajo. Sentía que estaba consumida en el día a día, mi vida se había transformado en un correr por este mundo sin darme cuenta muchas veces hacia dónde iba. De un momento para otro, todo cambió. Me sentía muy cansada y tenía varios ganglios inflamados en distintas partes de mi cuerpo. Me diagnosticaron cáncer linfático llamado no-hodgkin, el cual debía ser tratado con quimioterapia de manera urgente. Estuve en tratamiento seis meses. Fue un período muy difícil, pero el resultado fue exitoso. Recuerdo esa etapa como un calvario.

 

Todo de nuevo. Pasaron cuatro años en los cuales tuve mi tiempo de recuperación y retomé mis actividades. Sin embargo, en abril de 2008 sentí un pequeño poroto en mi cuello. Era un ganglio inflamado y la enfermedad se manifestaba nuevamente. Fueron meses angustiosos porque este tipo de cáncer es crónico, es decir, me podía volver en cualquier etapa de mi vida. Esta vez venía más agresivo, las células malignas habían mutado y eso hacía aún más complejo el diagnóstico y el tratamiento. Qué difícil era pensar que todo comenzaba de nuevo…. Después de varios meses de consultar diferentes equipos médicos y de realizarme todos los exámenes necesarios para un diagnóstico más preciso, determinamos junto a mi marido que el equipo médico de clc, era el indicado para hacer mi tratamiento (anteriormente me había atendido en otros centros de salud).

 

Una dura batalla. La enfermedad se había vuelto compleja y después de seis ciclos (meses) de quimioterapia vendría un trasplante de médula ósea; la única posibilidad que tenía para curarme de este mal. Para realizar el trasplante se debía recolectar una cierta cantidad de células madres propias de una calidad determinada, para que pudieran reproducirse. Lamentablemente, mi médula estaba tan gastada y fatigada que no podía producir lo que se necesitaba. Se hicieron dos intentos fallidos y sentí angustia de no poder llegar a la “meta”. Consultamos nuevamente para ver otras alternativas y se nos comentó que existía una droga recién salida en estados unidos que nos podría ayudar a movilizar las células que necesitábamos. Nuevamente se encendió esa lucecita de esperanza y el alma me volvió al cuerpo.

 

Llegada del día esperado. El 14 de octubre de 2009 fui trasplantada; una fecha imborrable en mi vida. Fue un momento único y siempre supe que todo había sido llevado de la mano de dios. Cuando me encontraba en mi camilla, rodeada de todo el equipo médico, respiré profundo y me dije: “sé que estoy en las mejores manos, tranquila.” Todo fue especial y a la vez complejo y difícil, pero gracias al doctor regonesi, a su equipo de trasplantólogos, enfermeras, auxiliares, al equipo de nutrición, mi psicóloga verónica robert y a todas aquellas personas que no están visibles a los ojos de uno y que tú sabes que han trabajado por ti, es que esta experiencia ha sido muy valiosa. Me he sentido atendida por un equipo del más alto nivel profesional y también humano.

 

El paciente oncológico. Es muy distinto al de urgencia o al de una operación programada; tienes una relación distinta con todo el personal, porque eres una persona que se atiende meses y años, entonces nacen vínculos y lazos fuertes de unión. Yo he sido atendida por un equipo con verdadera vocación de servicio, siempre con una sonrisa y palabras de aliento. De hecho, cada vez que me voy a internar siento que voy a mi otra casa. Hoy continúo con un tratamiento por dos años de quimioterapia, pero es una droga de última generación que se ha convertido en mi aliada; es como un misil que me protege del adversario.

 

Apoyo total a mí como persona. Esta vez tuve mejor calidad de vida, con mucho apoyo de mi familia y amigos. Junto a mi marido pudimos llevar adelante una planificación y estrategia que el doctor regonesi logró interpretar a la perfección. Él se ha preocupado de mí en todo aspecto, no sólo ha tratado el cáncer, sino a su paciente en toda su integridad, incluyendo a mi marido e hijos… mi núcleo íntimo que también ha sido afectado y arrastrado en este camino.

 

El cáncer para mí. Es muy complicado y desgastador, no sólo por tu condición física y emocional, sino también porque involucra a todo tu entorno. Es un quiebre en todo sentido, te llega de golpe y da un giro a tu vida de 180 grados. Entonces no te queda otra que luchar y aferrarte a la vida o simplemente entregarte a lo que venga. Para mí y toda mi familia esto ha sido muy duro. Han sido años de una lucha constante frente a eventos marcados por la adversidad, pero al final del camino nos hemos dado cuenta que fuimos elegidos por algo y eso nos ha hecho más unidos como familia, más fuertes y más sólidos. Dios me ha dado una nueva oportunidad. Valoro y disfruto cada día y trato de encontrar en cada momento, por complejo que éste sea, el sentido de por qué acontece… trato de estar más con mis seres queridos y amigos, de disfrutar de las cosas que me gustan y de cultivar mi mundo interior y espiritual. Hoy pienso en mi nuevo proyecto de vida.

 

TESTIMONIOS

Matías Villalobos es un joven estudiante de 20 años que disfruta jugar básquetbol y fútbol junto a sus amigos. Sin embargo, el 2023 tuvo que congelar sus estudios, pues le diagnosticaron un osteosarcoma en la rodilla: “Subía la escalera y, al flexionar la rodilla, me dolía demasiado. Me llegó a doler tanto que tenía que subir por los ascensores del metro”. 

Lylian Orellana es microempresaria, tiene 46 años y es madre de Sofía y Leticia. En 2020 fue diagnosticada con cáncer pulmonar en plena pandemia y los especialistas le indicaron que, lamentablemente, su enfermedad estaba en una etapa muy avanzada quedándole muy pocos meses de vida. 

Anita Luengo tiene 74 años, pero contaba con 62 cuando le diagnosticaron cáncer de páncreas: “Recuerdo que estaba sola cuando me dieron el resultado y me indicaron que mi cáncer estaba fuera del alcance quirúrgico. Se me vino el mundo encima”. 

Un llamado a tomar conciencia sobre la importancia de la prevención y el autocuidado es el que hace Nicole Osiac, paciente de CLC que está en tratamiento por cáncer de mama desde mediados de este año. Te invitamos a conocer su historia a continuación y cómo el estar atenta a las señales de su cuerpo, hizo una diferencia en su tratamiento.

Hace casi dos años, David Roitman decidió hacerse una colonoscopía como medida de prevención, decisión que, sin imaginarlo, le salvó la vida. No presentaba ningún síntoma que lo hiciera sospechar que algo andaba mal, pero sí tenía antecedentes familiares de cáncer de estómago. ¿Cuál fue su resultado?

Francisca Larraín dejó pasar tres años sin hacerse la mamografía que antes se realizaba en forma anual. Cuando volvió a sus controles en 2017, le diagnosticaron un cáncer de mama que le significó pasar por un duro proceso a ella y su familia.

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